Incrementos de 10.

Es muy fácil medir la vida en incrementos de 5 y 10 cortesía de nuestro apego al sistema decimal, aunque los meses se acumulen más fácilmente en trimestres, cuatrimestres y semestres… Pero pensamos en los cambios que ocurren a través de los años, muy fácilmente, en términos de 5, 10, 20 años.

Tener 44 años (45 a finales de este año, en realidad) implica que llevo dos incrementos de 20 en mi haber, y que ya puedo contar amics y experiencias «de hace 20 años» con la claridad que da ya no pensarlas como «infancia» o siquiera como «juventud»: las personas que llevan 20 años en mi vida ya eran (ya éramos) adultas jóvenes en aquel entonces.

También significa que tengo cuatro incrementos de 10 con una conciencia más o menos «estable» de «esta ilusión que llamamos yo» (lo que quiera que sea que esto signifique). Hace 40 años ya tenía un hermano, lo que implica que muchos de los vagos recuerdos de infancia que todavía conservo y manipulo con fluidez tienen esa edad (recuerdo pocos, casi ningún momento sin él en mi vida). Hace 30 años tenía 14 y estaba terminando la secundaria, en la que fue posiblemente la etapa más oscura de mi vida. Hace 10 años estaba a punto de terminar mi última relación laboral fija, para lanzarme al mundo de (según yo) el emprendimiento y terminar de estudiar un doctorado.

Hace 20 años (en octubre en realidad) creé mi primer blog, nombrándome «escritora» en forma, por primera vez. A finales de ese año despedirían a mi padre del trabajo en el que estuvo durante treintaytantos años de su vida, y eso detonó que yo empezara mi carrera laboral hace 19. Durante la carrera que estudiaba conocí a personas que por fin se sentían como «amigas de por vida», y eso detonaría también el primer empleo de tiempo completo que tuve, en donde conocí al menos a una persona que me cambiaría la vida.

Es muy difícil imaginar en el presente la forma en la que esas cosas se configurarán en el futuro. La yo de 1983 no tenía idea de que la de 1993 estaría tan agobiada por la vida, que la del 2003 sentiría que había encontrado su vocación, su espacio y su gente por primera vez en muchos años, que la del 2013 estaría tan cansada de algunas cosas y tan emocionada por otras. La del 2023 las observa a todas y las quiere de formas distintas. Quiere decirle a la de hace 40 años que la mata de risa y de ternura. A la de hace 30, que aunque no lo parezca, todo estará bien y que hace bien en sobrevivir; que su fe inquebrantable en que hay más vida después de esos años horribles es cierta (y que no se imagina qué vida, y que algún día M le pedirá disculpas con sinceridad y será a la única persona a la que perdonará de ese momento de su vida).

La de hace 20 está muy presente últimamente. Al mismo tiempo se puede trazar una línea continua entre ella y yo, pero también es fácil ver cómo cambiamos. Pienso en las zonas que para ella eran heridas abiertas, y en cómo fueron sanando con el tiempo, el esfuerzo, el cambio. Recuerdo sus prioridades y como fueron mutando y en algunos momentos aparentemente perdiéndose, para regresar después como traídas de nuevo por la marea… y, como objetos recuperados de deriva, transformados de pronto en cosas más interesantes, o menos relevantes, o con usos nuevos e inesperados. Lo que se había roto en pedazos regresó como un fragmento que ahora es casi joyería; lo que era cotidiano e irrelevante ahora es sorpresivo, ¿cómo es que algo tan frágil sobrevivió el oleaje sin protección durante tanto tiempo?

A ella tendría que avisarle que, efectivamente, no va a terminar la segunda carrera en ese momento, pero que 20 años después tendrá el título universitario más feo de la historia. Que no todas las personas a las que recién ha conocido o conocerá en los próximos 2 años se quedan en su vida los siguientes 20, pero que el tiempo que permanecen cada una es el justo y necesario; que quienes perduran lo hacen de formas inesperadas y enriquecedoras. Que ni siquiera trate de adivinarlo, que solo lo viva y aprenda de todo eso, porque nos va a servir el resto de nuestra vida.

No sé si quiero decirle que nunca vivimos de escribir, pero me emociona saber que en un año habrá descubierto su verdadera vocación, y que esa materia que la tiene fascinada sigue siendo uno de nuestros temas favoritos (inclusive para trabajar). Quiero que se sorprenda de lo que va a ocurrir, porque transformarse en una adulta independiente es muy sorprendente y emocionante, y quiero que lo viva con todo lo que implica. Hasta me gustaría decirle que no es necesario que se rompa el corazón todo el tiempo… Pero no creo que vaya a entender a qué me refiero todavía.

A la de 34 tengo tanto que agradecerle… Ella todavía no lo sabe, pero la que soy hoy nace de su cansancio, de su hartazgo. Si ella no hubiera empezado a rescatarse a sí misma (con ese primer chispazo que fue la impro y luego la ridícula pero emocionante decisión de inscribirse a un doctorado), no estaríamos aquí ahora. No quiero decirle que todavía faltan muchas cosas que aprender en carne propia, y que van a doler; ni le voy a advertir que tiene que abandonar todavía mucho más. Ella tuvo que ser un bonzo que aceptó quemar muchas naves, una tras otra, para que quien soy ahora tenga lo que tengo y se sienta como se siente. Si le digo ahora todo lo que va a doler, puede que no se atreva… Pero tampoco podemos acelerarlo todo, porque cada parte de este rompecabezas tiene su proceso.

No sé quién voy a ser dentro de 5, 10, 15, 20 años. Solo quiero decirme que confío en nosotras de una forma en la que hace muchos años no lo hacía. Que espero que nos recuerde con la misma ternura, el mismo aprecio, la misma admiración con la que pienso en este instante en las que fui.

Publicado por Coppelia

Toda la vida he escrito para darle sentido a lo que me pasa. Mi vocación más notoria es la de bonzo-kamikaze: hago arder las cosas a mi alrededor con gran facilidad.

Un comentario en “Incrementos de 10.

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar